Principios Básicos de la BIBLIA
ESTUDIO 11: LA VIDA EN CRISTO
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11.5 COMPAÑERISMO

Las palabras griegas traducidas ‘compañerismo’ y ‘comunión’ básicamente describen el estado de tener algo en común: ‘unión-común’. ‘Comunión’ está relacionada con ‘comunicar’. En razón de conocer y practicar los caminos de Dios, tenemos compañerismo con Él y con los otros que están haciendo lo mismo debido a que también están "en Cristo". Es fácil descuidar las responsabilidades que tenemos que compartir con otros: "De hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis" (He. 13:16). Filipenses 1:5 habla de nuestra "comunión en el evangelio". La base de nuestro compañerismo es por consiguiente la doctrina y modo de vida que implica el verdadero evangelio. Por esta razón el compañerismo disfrutado por los verdaderos creyentes es mucho más grande que en cualquier otra organización o iglesia. A causa de este compañerismo viajan grandes distancias para estar unos con otros y para visitar a los creyentes aislados y tienen que usar el contacto por correo y teléfono en donde es posible. Pablo habla de "comunión del Espíritu" (Fil. 2:1), es decir, compañerismo que está basado en nuestra imitación del espíritu / mente de Dios, como se revela en su espíritu-palabra,

Una de las más grandes expresiones de nuestro compañerismo es nuestro servicio en el que participamos reunidos del partimiento del pan. Los primeros creyentes "perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones... partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón" (Hch. 2:42,46). Los emblemas representan el pivote central de nuestra esperanza y compartiéndolos juntos deberán mantenernos juntos con "sencillez de corazón". "La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, no es la comunión del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan, nosotros con ser muchos, somos un cuerpo", es decir de Cristo (1 Co. 10:16,17). Nosotros, por consiguiente, tenemos la obligación de compartir los elementos del sacrificio de Cristo con todos aquellos que se benefician de su obra, quienes son participantes "de aquel mismo pan". Solamente aquellos que han sido bautizados propiamente en Cristo después de conocer la verdad, están en esta posición. Nosotros no debemos compartir los emblemas con nadie más.

Juan rememora cómo él compartió el evangelio de vida eterna con otros "para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su hijo Jesucristo" (1 Jn. 1:2,3). Esto demuestra que el compañerismo se basa en un entendimiento común del verdadero evangelio, y esto nos trae al compañerismo con otros verdaderos creyentes y también con Dios y Jesús a un nivel personal. Cuanto más aplicamos el evangelio a nuestras vidas buscando sobreponernos a nuestras tendencias pecaminosas, y cuanto más profundo es nuestro progreso en nuestro entendimiento de la palabra de Dios, más profundo será nuestro compañerismo con Dios y Cristo.

Nuestro compañerismo con Dios y Cristo y otros creyentes no solamente depende de nuestro común asentimiento a las verdades doctrinales que comprende la "una fe". Nuestro modo de vida debe estar de acuerdo con los principios expresados en ellos. "Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su hijo nos limpia de todo pecado" (1 Jn. 1:5-7).

"Andamos en tinieblas" se refiere a una forma de vida que constante y públicamente está apartándose de la luz de la palabra de Dios (Sal. 119:105; Pr. 4:18). No se refiere a nuestros pecados o debilidades ocasionales, pues el siguiente versículo continúa: "Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad [es decir, la palabra de Dios: Jn. 17:17; 3:21; Ef. 5:13] no está en nosotros" (1 Jn. 1:8).

De esto resulta evidente que el compañerismo termina cuando un creyente comienza a sostener doctrinas o una forma de vida que está abiertamente opuesta a la clara enseñanza de la Biblia: "No participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas" (Ef. 5:11). Debe hacerse todo esfuerzo posible para ganarlos de nuevo según el modelo del buen pastor buscando la oveja perdida (Lc. 15:1-7). Si el hermano o hermana persisten en la falsa enseñanza o en una conducta muy equivocada, es necesario formalizar el cese del compañerismo que ha ocurrido (Mt. 18:15-17). En la práctica esto se hace por medio de una entrevista con miembros responsables de la iglesia. Sin embargo, nunca podrá ser suficientemente enfatizado que este proceso sólo se puede poner en marcha en casos completamente definidos de falsa doctrina o persistencia en un modo de vida que no se puede calificar de espiritual. Debemos estar seguros de que hay poco en común entre nosotros, debido a la desviación de las enseñanzas fundamentales de la Biblia, de modo que es necesario el rompimiento formal del compañerismo.

Uno de los más claros pasajes que se refieren al compañerismo se encuentra en 2 Corintios 6:14-18: "No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?... Por lo cual, salid de enmedio de ellos, y apartaos, dice el Señor... y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso".

Hemos visto cómo la palabra de Dios es luz. Estos versículos explican por qué no debemos tener compañerismo con iglesias que enseñan falsas doctrinas; por qué no debemos casarnos con quienes no conocen la verdad y debemos evitar los caminos del mundo. Si predicamos la verdad de Dios, como deberíamos, es inevitable que las comunidades que creen herejías como la trinidad o en un ser diabólico nos excluirán por sí mismas. La doctrina es importante porque controla cómo vivimos y nos comportamos; por consiguiente debemos ser "puros en la doctrina" si vamos a tratar de vivir una vida pura. Nuestra forma de vida se vuelve o es una respuesta al evangelio básico que entendemos y creemos (Fil. 1:27). Toda falsa doctrina mancha el carácter de Dios (la idea de castigo eterno en el ‘infierno’ o Su tolerancia a un Satán ortodoxo, son ejemplos de esto). A causa de nuestra separación del mundo tenemos el grandioso honor de convertirnos en verdaderos hijos e hijas de Dios, parte de una familia mundial de otros que tienen esta misma relación: nuestros hermanos y hermanas. Sólo hay un cuerpo, es decir, una iglesia verdadera (Ef. 1:23), la cual está basada en lo que sostiene la única esperanza (un Dios, un bautismo y "una fe"), es decir el único conjunto de doctrinas que forman la una fe (Ef. 4:4-6). No es posible ser parte de este "un cuerpo" y también tener compañerismo con otras organizaciones religiosas que no sostienen la verdera fe. Viendo que la luz no tiene compañerismo con las tinieblas proclamamos nosotros mismos estar en tinieblas si escogemos compañerismo con las tinieblas.

Si Ud. ha seguido estos Estudios cuidadosamente ahora será evidente que no hay posición intermedia en nuestra relación con Dios. Estamos en Cristo bautizándonos en él, o estamos fuera de él. Estamos en la luz en razón de sostener la verdadera doctrina y practicarla obedientemente, o en la oscuridad. Uno no puede tener un pie en ambos campos.

Nuestro conocimiento de estas cosas nos da un cierto grado de responsabilidad ante Dios. Ahora no caminamos por las calles o vivimos nuestras vidas diarias como el hombre corriente del mundo. Dios está vigilando intensamente por nuestra respuesta. Tanto Él como el Señor Jesús y todos los verdaderos creyentes casi podríamos inducirlo a Ud. a tomar la decisión correcta. Pero por más que Dios, Cristo y nosotros hagamos todo lo que podamos por ayudarlo, aun en el caso de Dios que llegó al extremo de dar a Su único Hijo para que muriera por nosotros, en última instancia la salvación de Ud. depende de su propia y voluntaria decisión de aferrarse a la gran esperanza que ahora le ha sido ofrecida.


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