Principios Básicos de la BIBLIA
ESTUDIO 11: LA VIDA EN CRISTO
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11.4 MATRIMONIO

Comenzaremos esta sección considerando la posición de quienes son solteros al momento del bautismo, Hemos dicutido en el Estudio 5:3 la necesidad de casarse solamente con creyentes bautizados. Hay unos pocos pasajes que animan a quienes son solteros a considerar por lo menos la opción de permanecer solteros para dedicarse a sí mismos a la obra del Señor (1 Co. 7:7-9, 32-38; compárese 2 Ti. 2:4; Mt. 19:11,12,29; Ec. 9:9). "Mas también si te casas, no pecas" (1 Co. 7:28). La mayoría de los apóstoles, si no todos, eran casados (1 Co. 9:5), y el matrimonio según la intención de Dios está diseñado para traer muchos beneficios físicos y espirituales. "Honroso sea en todos el matrimonio, y [el uso de] el lecho sin mancilla" (He. 13:4). "No es bueno que el hombre esté solo", a menos que pueda manejar un alto nivel de dedicación a las cosas espirituales, y por consiguiente fue Dios quien instituyó el matrimonio (Gn. 2:18-24). Por tanto, "El que halla esposa halla el bien, y alcanza la benevolencia de Jehová... De Jehová [viene] la mujer prudente" (Pr. 18:22; 19:14).

Se nos da un sumario balanceado de la posición en 1Co. 7:1,2: "Bueno le sería al hombre no tocar mujer; pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido" (Compárese v. 9).

La implicación de estos versículos es que la complacencia extramatrimonial de los deseos sexuales es fornicación. Prevenciones contra la fornicación (sexo entre gente soltera), adulterio (sexo donde una o ambas partes ya está casada con otra persona) y cualquier forma de inmoralidad, son frecuentes en todo el Nuevo Testamento. Casi todas las epístolas contienen estas prevenciones. Las siguientes son sólo algunas: Hechos 15:20; Romanos 1:29; 1 Corintios 6:9-18; 10:8; 2 Corintios 12:21; Gálatas 5:19; Efesios 5:3; Colosenses 3:5; 1 Tesalonicenses 4:3; Judas 7; 1 Pedro 4:3; Apocalipsis 2:21.

A la luz de todos estos repetidos énfasis es verdaderamente serio evadir la claramente expresada voluntad de Dios. Mientras Dios se complace en perdonar pecados de momentánea debilidad si hay arrepentimiento (Ej., el adulterio de David con la mujer de Urías), hacer frecuentemente estas cosas sólo puede resultar en condenación. Pablo frecuentemente explica esto con claridad: "Adulterio, fornicación... y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto [de la comparecencia ante el juicio], como ya os lo he dicho antes, que los que practican [continuamente] tales cosas no heredarán el reino de Dios" (Gá. 5:19,21), por consiguiente "huid de la fornicación [compárese 2 Ti. 2:22]. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su cuerpo peca (1 Co. 6:18).

Se ha venido aceptando en casi todo el mundo que las parejas jóvenes pueden vivir juntas antes del matrimonio, gozando de plenas relaciones sexuales. El uso del término "acompañados" para describir esto es completamente erróneo. El matrimonio para los creyentes debe estar de acuerdo a la definición de Dios. No podemos permitir que una definición del matrimonio creada por la complacencia carnal del mundo que nos rodea tenga supremacía sobre las reglas dispuestas por Dios para el matrimonio; después de todo, el matrimonio fue instituido por Dios y no por el hombre. Bíblicamente, el matrimonio comprende, al menos, tres elementos:

1. Alguna forma de ceremonia matrimonial, sin embargo sencilla. El matrimonio de Booz y Rut registrado en Rut 3:9-4:13 muestra que el matrimonio no es una relación realizada solamente al azar; Debe haber un momento específico cuando uno se vuelve completamente casado. Cristo es comparado al novio y los creyentes a la novia con quienes se ‘casará’ en la segunda venida. Deberán llegar "las bodas del Cordero" para celebrar esto (Ap. 19:7-9). La relación entre esposo y esposa tipifica la existe entre Cristo y los creyentes (Ef. 5:25-30); como habrá un punto definido de matrimonio entre nosotros, así deberá haber una boda entre creyentes que comienzan su matrimonio, tipificando la unión de Cristo y nosotros mismos en el tribunal del juicio.

2. El matrimonio de Dios con Israel involucraba entrar en un pacto espiritual mutuo de fidelidad (Ez. 16:8), y esto también debe figurar en el matrimonio de creyentes.

3. El intercambio sexual es necesario para consumar el matrimonio (Dt. 21:13; Gn. 24:67; 29:21; 1 R. 11:2). Debido a esto, 1 Corintios 6:15,16 explica por qué el intercambio fuera de matrimonio es tan errado. Relación sexual significa en términos físicos que Dios ha unido a una pareja de casados (Gn. 2:24). Estar unidos como "una sola carne en una relación pasajera es por consiguiente un abuso de los cuerpos que Dios nos ha dado. Él los ha diseñado para poder consumar en términos físicos lo que Él ha unido en matrimonio.

De aquí se deduce que las parejas ‘acompañadas’ antes del matrimonio están en realidad viviendo en pecado. A menos que formalicen su relación casándose apropiadamente, o separándose, no es posible que sean bautizados.

Cierta complicaciñón surge en algunas culturas donde no existe el concepto de matrimonio o contrato para las parejas del pueblo ordinario. Una pareja puede haber estado viviendo maritalmente por muchos años sin estas cosas, considerándose a sí mismos como casados. El presente escritor aconseja que en tales casos los que realizan el bautismo deben explicar la posición a los candidatos al bautismo y lograr que ellos y sus parejas firmen alguns forma de acuerdo matrimonial. La relación debe entonces ser registrada en la oficina civil apropiada tan pronto como sea posible.

Aquellos que están bautizados, mientras sus parejas no lo están, no deben abandonarlos (1 Co. 7:13-15), antes bien, hacer todo esfuerzo posible para amarlos y así mostrar por su forma de vida que tienen una creencia genuina en el verdadero Dios, y no solamente han cambiado de religión. 1 Pedro 3: 1-6 anima a quienes están en esta posición a que haciendo esto, en sí mismos, sean un medio para convertir al creyente incrédulo.

Los principios que gobiernan el matrimonio están resumidos en las declaraciones de Dios referentes a esto: "Dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne" (Gn. 2:24) Este esfuerzo por la unidad entre el hombre y la mujer en tantas formas como sean posibles es análogo a nuestro continuo esfuerzo por la unidad con Cristo venciendo el pecado fundamental y el egoísmo de nuestras naturalezas. Este esfuerzo es contra nosotros mismos antes que contra Cristo o nuestra pareja. Cuanto más tenemos éxito en esto, más feliz y más plena será nuestra relación.

Sin embargo, estamos viviendo en un mundo real de pecado y fracaso, sin habilidad para levantarse completamente hasta las normas completas de santidad que nos han sido señaladas en la Biblia y en el ejemplo del amor de Dios y de Cristo. Las norma ideal establecida en Génesis 2:24 es de un hombre y una mujer viviendo juntos en total unidad por toda la vida.

Los creyentes deben estar preparados para aceptar que algunas veces estas normas no serán alcanzadas en sus propias vidas y las de los otros creyentes. Esposos y esposas pueden discutir y perder esa unidad de pensamiento que deberían tener; puede ser físicamente imposible consumar el matrimonio; un hombre puede tener varias esposas, tomadas antes de su bautismo, viviendo en una sociedad donde la poligamia es permitida. En este caso él debe permanecer con las esposas y cuidarlas, pero no tomar otra más. El apóstol Pablo, en una mezcla magistral de simpatía humana y adherencia fiel a los principios divinos, aconsejaba que la separación era posible en casos extremos de incompatibilidad: "Que la mujer no se separe del marido; y si se separa, quédese sin casar" (1 Co. 7:10-11).

Este establecimiento de una norma ideal, pero voluntariamente aceptar una norma inferior, hasta donde no burle un principio divino básico (por ejemplo, que el adulterio es error) es completamente una característica común en la Escritura. El consejo de Pablo en 1 Corintios 7:10-12 es semejante al de 1 Corintios 7:27,28: "¿Estás ligado a mujer? No procures soltarte. ¿Estás libre de mujer? No procures casarte [es decir, que permanezca soltero]. Más también si te casas, no pecas". Sin embargo, el divorcio voluntario es una violación institucionalizada del principio de Dios de que el hombre y la mujer deben reconocer que Él los ha unido como una sola carne; aun si en asuntos prácticos encuentran difícil de poner esto en práctica, las palabras de Cristo son dolorosamente claras:

"Al principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino uno. Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre [por divorcio]... Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adultero contra ella; y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio" (Mr. 10:6-12).

En toda esta área de relaciones sexuales, la carne es experta en hacer excusas razonables para justificar la satisfacción de los deseos naturales. Aquellos que se encuentran a sí mismos en situaciones especiales de tentación solamente encontrarán la fortaleza y el aguante espiritual que necesitan en una meditacion repetida sobre los versículos citados en esta sección. Algunos han pensado justificar la homosexualidad y el lesbianismo como deseos naturales y legítimos. Sin embargo, no hay duda de que tales prácticas son totalmente aborrecibles a los ojos de Dios.

El principio básico de Génesis 2:24 expone el pecado de la homosexualidad; es la intención de Dios que el hombre y la mujer se casen y adhieran uno al otro. Dios creó como ayuda para Adán a la mujer, antes que a otro hombre. Relaciones sexuales entre hombres son condenadas repetidamente en la Biblia. Este fue uno de los pecados por los cuales Sodoma fue destruida (Gn. 18-19); el apóstol pone claro que persistir en tales prácticas incurrirá en la ira de Dios y en la exclusión de Su reino (Ro. 1:18-32; 1 Co. 6:9,10).

El hecho de haber estado envueltos en tales cosas no nos hará sentir que estamos sin la ayuda de Dios. Hay perdón con Dios para que le sea dada reverencia amorosa por aquellos que han experimentado este perdón (Sal. 130:4). La iglesia en Corinto tenía su buena porción de hombres de mundo arrepentidos. "Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados [en el bautismo], ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados [siendo bautizados] en el nombre del Señor Jesús" (1 Co. 6:9-11).

La queja de que alguno no siente atracción natural por el sexo opuesto es efectivamente una acusación de que Dios es injusto al prohibirnos cometer homosexualidad, pero nos crea con esa tentación irresistible. Dios no nos dejará ser tentados por encima de lo que razonablemente podemos soportar sin proporcionarnos una vía de escape (1 Co. 10:13). Por medio de la excesiva complacencia de algunos aspectos de la carne podemos llegar a un punto en el que se vuelve natural lo que nos complace. Así un adicto al alcohol o a las drogas no puede vivir sin una dosis permanente de ciertas sustancias químicas; pero necesita un cambio en su perspectiva mental, y con ayuda terapéutica puede retornar a una forma de vida equilibrada y normal.

Los homosexuales deben seguir este mismo proceso. Dios confirmará los esfuerzos humanos en esto. Si totalmente se entregan a la complacencia de los deseos naturales, Dios los tratará como lo hizo con el antiguo Israel.

"Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos [es decir, en sus cuerpos] la retribución debida a su extravío" (Ro. 1:26,27).


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