Principios Básicos de la BIBLIA
ESTUDIO 11: LA VIDA EN CRISTO
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11.2.1 EL USO DE LA FUERZA

Vivimos en un mundo dominado por el pecado. Vimos en la Sección 6.1 que los gobiernos humanos pueden ser llamados ‘el diablo’ porque están organizados alrededor de los deseos de la carne, ‘el diablo’ de la Biblia.

El mensaje repetido de la Biblia es que, a corto plazo, el pecado y la simiente de la serpiente figurarán triunfantes mientras que, después de un sufrimiento temporal de variadas formas, la simiente de la mujer será finalmente justificada. Por esta razón se manda continuamente a los creyentes: "No resistáis al que es malo" (Mt. 5:39; Ro. 12:17; 1 Ts. 5:15; 1 P. 3:9).

Hemos visto que el mal es permitido y algunas veces es causado por Dios (Is. 45:7; Amós 3:6; compárese el Estudio 6.1). Resistir activamente al mal por medio de la fuerza puede significar que nos oponemos a Dios. Por esta razón Jesús nos mandó no resistir físicamente las fuerzas del mal: "A cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa" (Mateo 5:39,40). Cristo es el ejemplo en esto: "Di mi cuerpo a los heridores..." (Is. 50:6).

Las palabras de Cristo asocian las demandas legales con las actividades de un mundo que se opone a los creyentes. Hacer esto es un excelente ejemplo de resistir al mal, y no debe ser hecho por quienes tienen una firme fe en la promesa de Dios: "Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor" (Ro. 12:19). "No digas: Yo me vengaré; espera a Jehová, y él te salvará" (Pr. 20:22; compárese Dt. 32:35). Por esta razón Pablo reprendió rotundamente a los corintios por llevar a otros ante los tribunales (1 Co. 6:1-7).

En vista de la grandeza de nuestra esperanza, no deberíamos estar tan preocupados por las injusticias de la vida presente: "¿Osa alguno de vosotros, cuando tiene algo contra otro, ir a juicio delante de los injustos...? ¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo?" (1 Co. 6:1,2). Llevar a otros ante los tribunales, ya sea sobre disputa de tierras o procedimiento de divorcio es por lo tanto inconcebible para los verdaderos creyentes.

Para suprimir las fuerzas del mal, como también (en algunos casos) mantener hombres malos en el poder, se utilizan fuerzas militares y policía de parte de los gobiernos humanos. Estas son formas institucionalizadas de resistir al mal y por consiguiente el verdadero creyente no debe tener parte en ellas. "Todos los que tomen espada, a espada perecerán" (Mt. 26:52). Esto está repitiendo un principio divino antiguo: "El que derramare sangre de hombre [intencionalmente], por el hombre su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre" (Gn. 9:6). Cualquier violencia intencional contra nuestro prójimo es por consiguiente violencia contra Dios, a menos que Él lo haya sancionado.

Bajo el nuevo pacto se nos ha dicho: "Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen" (Mt. 5:44; Lc. 6:27). Las fuerzas armadas y las fuerzas de policía operan en directa contradicción a estos principios y por consiguiente los verdaderos creyentes evitarán toda asociación con ellos. Aun sin estar directamente envueltos en comisiones de violencia, trabajar dentro de estas organizaciones o involucrarse en empleos relacionados con ellas es evidentemente inaconsejable. En realidad, cualquier empleo que implica tomar un juramento de lealtad ante tales autoridades nos roba nuestra libertad de conciencia para obedecer a los mandamientos de Dios. Por consiguiente los verdaderos creyentes siembre han evitado, por razones de conciencia, servir en el ejército o policia de cualquier manera, aunque siempre han estado dispuestos a realizar un trabajo alternativo en tiempos de crisis nacional para beneficiar materialmente a sus conciudadanos.


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