Principios Básicos de la BIBLIA
ESTUDIO 4: DIOS Y LA MUERTE
La naturaleza del hombre | El alma | El Espíritu | La muerte es inconsciencia | La resurrección | El juicio | El lugar del galardón: ¿El cielo o la tierra? | Responsabilidad ante Dios | El infierno | Digresiónes (El purgatorio, Fantasmas y reencarnación, ¿Con qué naturaleza resucitaremos?, El "arrebatamiento") | Preguntas

4.5 LA RESURRECCIÓN

La biblia recalca que el galardón de los justos será en la resurrección, a la venida de Cristo (1 Ts. 4:16). La resurrección de los muertos responsables (véase el Estudio 4.8) será lo primero que hará Cristo; a continuación ocurrirá el juicio. Si el ‘alma’ fue al cielo al morir, no habría necesidad de la resurrección. Pablo dijo que si no hay resurrección, entonces todo esfuerzo por ser obediente a Dios es fútil (1 Co. 15:32). Sin duda él no habría razonado así si hubiese creído que también recibiría como galardón que su ‘alma’ iría al cielo al morir. La implicación es que él creía que la resurrección del cuerpo es la única forma de galardón. Cristo nos animó con la esperanza de que la recompensa para los fieles vivos sería en "la resurrección" (Lc. 14:14).

A su regreso, Cristo "transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo" (Fil. 3:20,21 – Biblia de Jerusalén). Tal como él tiene ahora un cuerpo físico literal, energizado únicamente por el espíritu más bien que por la sangre, también nosotros compartiremos un galardón similar. Los que han muerto y se han convertido en polvo despertarán y cantarán (Is. 26:19). En el juicio recibiremos una recompensa por la forma en que hemos llevado esta vida en forma corporal (2 Co. 5:10). Aquellos que han llevado una vida carnal serán dejados con su actual cuerpo mortal, el cual se volverá a corromper hasta convertirse en polvo; mientras que aquellos que en sus vidas han tratado de vencer a la mente de la carne con la del Espíritu, "del Espíritu segarán vida eterna" (Gal. 6:8) en la forma de un cuerpo activado por el Espíritu.

Hay amplia evidencia adicional de que el galardón de los justos será en una forma corporal. Una vez que se acepta esto, la importancia vital de la resurrección se hace evidente. Nuestro cuerpo actual claramente cesa de existir al morir; si sólo podemos experimentar vida eterna e inmortalidad en una forma corporal, se desprende que la muerte debe ser un estado de inconsciencia hasta aquel tiempo en que nuestro cuerpo sea re-creado y se le dé entonces la naturaleza de Dios.

La totalidad de 1 Co. 15 trata en detalle acerca de la resurrección; una cuidadosa lectura será siempre provechosa. 1 Corintios 15:35-44 explica que así como una semilla se siembra y luego emerge de la tierra para que Dios le dé un cuerpo, así también se levantarán los muertos para que se les recompense con un cuerpo. Como Cristo se levantó del sepulcro y su cuerpo mortal fue transformado en un cuerpo inmortalizado, también los verdaderos creyentes compartirán su galardón (Fil. 3:21). Por medio del bautismo tomamos parte en la muerte y resurrección de Cristo, mostrando nuestra creencia de que también nosotros compartiremos el galardón que él recibió por medio de su resurrección (Ro. 6:3-5). Al compartir ahora sus sufrimientos, también compartiremos su galardón: "Llevando en el cuerpo [ahora y] siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos" (2 Co. 4:10). "El que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu" (Ro. 8:11). Con esta esperanza, por lo tanto, esperamos "la redención de nuestro cuerpo" (Ro. 8:23), cuando ese cuerpo sea inmortalizado.

Desde tiempos remotos el pueblo de Dios ha entendido esta esperanza en un galardón corporal literal. A Abraham se le prometió que él, personalmente, heredaría la tierra de Canaán para siempre, tan seguro como cuando él la recorrió de un extremo al otro (Gn. 13:17; véase el Estudio 3.4). Su fe en esas promesas habría requerido su creencia de que de, algún modo, su cuerpo, en una fecha futura, sería revivificado y hecho inmortal, de manera que esas promesas fuesen posibles.

Job claramente expresó su entendimiento de que, a pesar de que su cuerpo sería comido por gusanos en el sepulcro, él recibiría su galardón en una forma corporal: "Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo ["al fin aparecerá en la tierra" – Biblia de Jerusalén]; y después de desecha esta mi piel, en mi carne [o en forma corporal] he de ver a Dios; al cual veré por mí mismo, y mis ojos lo verán, y no otro, aunque mi corazón desfallece dentro de mí" (Job 19:25-27). La esperanza de Isaías era idéntica: "Sus cadáveres resucitarán" (Is. 26:19).

Palabras muy similares se hallan en el relato de la muerte de Lázaro, un amigo personal de Jesús. En vez de consolar a las hermanas del hombre, diciendo que su alma se había ido al cielo, el Señor habló del día de la resurrección: "Tu hermano resucitará". La respuesta inmediata de Marta, una de las hermanas de Lázaro, muestra cuánto apreciaban esta esperanza los primeros cristianos: "Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero" (Jn. 11:23,24). Como Job, ella no creía que la muerte fuese la entrada a una vida de arrobamiento en el cielo, sino que, en cambio, se complacían en la esperanza de una resurrección "en el día postrero" (compárese con Job, "al fin"). El Señor promete: "Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él... yo le resucitaré en el día postrero" (Jn. 6:44,45).


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