Principios Básicos de la BIBLIA
ESTUDIO 3: LAS PROMESAS DE DIOS
Introducción | La promesa en Edén | La promesa a Noé | La promesa a Abraham | La promesa a David | Digresiónes (La destrucción de los cielos y la tierra) | Preguntas

3.3 LA PROMESA A NOÉ

A medida que avanzaba la historia después de los días de Adán y Eva, el género humano se hacía cada vez más perverso. La situación llegó a una etapa en que la civilización estaba tan moralmente corrompida que Dios decidió destruir ese sistema de cosas, con la excepción de Noé y su familia (Gn. 6:5-8). Se le dijo que hiciera un arca en la cual vivirían él y los representantes de todos los animales durante el tiempo en que el mundo sería destruido por un diluvio. De paso, hay amplia razón científica para creer que este inmenso diluvio ocurrió literalmente, aparte de las claras declaraciones de las Escrituras. Note que la tierra (es decir, este planeta literal) no fue destruida, sólo la perversa generación que la habitaba: "Y murió toda carne que se mueve sobre la tierra" (Gn. 7:21). Jesús (Mt. 24:37) y Pedro (2 P. 3:6-12), ambos vieron que el juicio decretado sobre el mundo de Noé tenía similitudes con lo que ocurrirá a la segunda venida de Cristo. De modo que la temeraria iniquidad del hombre en los días de Noé se compara a la de nuestro mundo actual, el cual está a punto de ser castigado al regreso de Cristo.

Debido a la abrumadora perversidad del hombre y al programa de autodestrucción en que este planeta se halla empeñado, ha surgido la creencia, incluso entre cristianos, de que esta tierra será destruida. Esta idea demuestra claramente una completa falta de apreciación del mensaje básico de la Biblia, de que Dios está activamente interesado en los asuntos de este planeta, y que pronto Jesucristo regresará a establecer el reino de Dios aquí en la tierra. Si se le permitiera al hombre destruir este planeta, entonces estas promesas no se pueden cumplir. En el Estudio 4.7 y el Estudio 5 se presenta considerable evidencia de que el reino de Dios estará en la tierra. Entre tanto, lo siguiente debería ser prueba suficiente de que la tierra y el sistema solar no serán destruidos:

-"La tierra que cimentó para siempre" (Sal. 78:69)

-"La tierra siempre permanece" (Ec. 1:4).

-"Sol y luna... estrellas... cielos... los hizo ser eternamente y para siempre; les puso ley que no será quebrantada" (Sal. 148:3-6).

-"La tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar" (Is. 11:9; Nm. 14:21) –difícil si Dios deja que la tierra sea destruida. Esta promesa aún no se ha cumplido.

-"Él es Dios, el que formó la tierra, el que la hizo y la compuso; no la creó en vano, para que fuese habitada la creó" (Is. 45:18). Si Dios hizo la tierra sólo para verla destruida, entonces su obra fue en vano.

Pero precisamente en Génesis Dios había prometido todo esto a Noé. A medida que él empezaba a vivir otra vez en el nuevo mundo creado por el diluvio, quizás Noé temía que pudiese haber otra destrucción global. Cada vez que empezaba a llover después del diluvio, este pensamiento debe haber surgido en su mente. Así que Dios hizo un pacto (una serie de promesas) de que esto no volvería a ocurrir:

"He aquí que yo establezco mi pacto con vosotros... estableceré mi pacto con vosotros [note el énfasis en el "yo"- ¡lo maravilloso de Dios que haya querido hacer promesas a un mortal]; y no exterminaré ya más toda carne con aguas de diluvio, ni habrá más diluvio para destruir la tierra" (Gn. 9:9-12).

Este pacto fue confirmado por el arco iris:

"Cuando haga venir nubes sobre la tierra, se dejará ver entonces mi arco en las nubes. Y me acordaré del pacto mío... entre mí y vosotros... del pacto perpetuo entre Dios y todo ser viviente, con toda carne que hay sobre la tierra... Esta [el arco iris] es la señal del pacto" (Gn. 9:13-17).

Debido a que este es un convenio eterno entre Dios y la gente y los animales de la tierra, se entiende que la tierra debe tener gente y animales habitándola para siempre. Esto por sí mismo es prueba de que el reino de Dios estará en la tierra, no en el cielo.

De modo que la promesa a Noé es un fundamento del evangelio del reino; demuestra cómo la atención de Dios se centra en este planeta y cómo Él tiene un propósito eterno para la tierra. Incluso en ira Él recuerda la misericordia (Hab. 3:2), y tanto es su amor que se preocupa hasta de su creación animal (Lc. 12:6 compárese con Jonás 4:11).


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