Principios Básicos de la BIBLIA
ESTUDIO 2: EL ESPÍRITU DE DIOS
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DIGRESIÓN 4: ¿ES UNA PERSONA EL ESPÍRITU SANTO?

Los Estudios 2.1 y 2.2 han dado amplia evidencia de que el Espíritu de Dios se refiere a Su poder, el cual refleja su "mente" de una manera muy amplia. Debido a que la forma en que actúa el Espíritu de Dios refleja con tanta precisión la esencia y personalidad de Dios, algunos han planteado que el Espíritu de Dios es una persona y que también es Dios. Un cuidadoso repaso de las lecciones previas mostrará que el Espíritu de Dios es Su mente y poder; si eso es así, no hay manera en que una mente o poder puedan ser una persona. La electricidad es un poder invisible que puede producir resultados para la persona que la controla, pero no puede ser una persona. El Espíritu de Dios incluye Su amor como parte de Su carácter, y también se refiere a Su poder, pero de ninguna manera se puede referir a otra persona aparte de Él.

Por obvia y evidente que parezca ser la equivocada creencia de que el Espíritu es una persona, es creída por la mayoría de los ‘cristianos’, en vista de que ellos creen en la doctrina de la ‘Trinidad’. Esta declara categóricamente que hay tres dioses, los cuales de algún modo son iguales: Dios el Padre, Dios el Espíritu Santo y Dios Jesús.

Hay buena razón para creer que la ‘Trinidad’ era fundamentalmente una idea pagana importada al cristianismo; de ahí que esa palabra no aparece en la Biblia. Si aceptamos esta idea de que Dios es una Trinidad, entonces tenemos que llegar a la conclusión de que de algún modo el poder/espíritu de Dios es una persona, quien también es Dios, aunque no es Dios el Padre. Al ser confrontados con lo ilógico de su posición, la ruta de escape más popular para tales personas es afirmar que Dios es un misterio, y que debemos aceptar tales cosas con fe, sin exigir una explicación lógica.

Esto categóricamente pasa por alto las referencias del Nuevo Testamento de que el misterio de Dios fue revelado por medio de la palabra y obra de Cristo:

-"No quiero, hermanos, que ignoréis este misterio" (Ro. 11:25).

-"La predicación de Jesucristo... la revelación del misterio" (Ro. 16:25).

-"Os digo [les explico] un misterio..." (1 Co. 15:51).

-"Dándonos a conocer el misterio de su voluntad" (Ef. 1:9; 3:3).

-La predicación de Pablo había de "dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio" (Ef. 6:19; Col. 4:3).

-"El misterio... que ahora a sido manifestado a sus santos" (Col. 1:26,27).

Con todo este énfasis en que en el presente no existe misterio alguno en relación con doctrinas fundamentales, sólo alguien que aún se halle en tinieblas podría pretender que lo hay. ¿Y no le preocupa a tal persona que el nombre que la Biblia le asigna a "Babilonia", el sistema de falsa religión que se describe en Apocalipsis, es "Misterio" (Ap. 17:5)? La obvia implicación es que este sistema proclama que sus creencias son un misterio; pero los verdaderos creyentes entienden el misterio de esa mujer (Ap. 17:7).

Por supuesto, se ha de esperar un razonamiento tan impreciso de parte de aquellos que basan su entendimiento de Dios en cosas subjetivas como la experiencia humana, o la nebulosa e indefinida actividad de alguna fuerza espiritual externa ejercida sobre su mente. Si se espera que seamos verdaderamente humildes ante la enseñanza de la palabra de Dios, se desprende que también se nos requiere que usemos elementos básicos de razonamiento y deducción a fin de descubrir su mensaje.

Ningún predicador del evangelio, que se consigne en la Biblia, recurrió a la frase: "Esto es un completo misterio, usted no puede entenderlo". En cambio, leemos que ellos apelaban a la gente por medio de la razón y sacaban conclusiones lógicas de la Escritura.

En su predicación de temas fundamentales del evangelio, los cuales estamos considerando en estos Estudios, Pablo "discutió con ellos, declarando y exponiendo por medio de las Escrituras, que era necesario que el Cristo padeciese, y resucitase" (Hch. 17:2,3). Aquí se presentó un razonamiento bíblico sistemático y lógico por excelencia; y el relato prologa esta frase con: "Pablo, como acostumbraba... discutió...". Por lo tanto, este era su estilo habitual (véase también Hch. 18:19). En armonía con esto, durante la gran campaña en Corinto, Pablo "discutía en la sinagoga todos los días de reposo, y persuadía a judíos... pero oponiéndose... estos" (Hch. 18:4-6). Aquellos que eran convertidos pasaban por un proceso de persuasión mediante el razonamiento de Pablo basado en la Biblia; aquí no había una ‘visión de Jesús en mi dormitorio’, ‘me vino un sentimiento indescriptible’, ‘conocí al Señor una noche’.

Note también que el relato inspirado hace un llamado a la lógica y a la racionalidad al señalar que ellos se oponían. Asimismo, en Antioquía, Pablo y Bernabé, "hablándoles [la palabra], les persuadían..." (Hch. 13:43). Su próxima parada fue Iconio, donde "hablaron de tal manera que creyó una gran multitud" (Hch. 14:1).

Tiempo después cuando compareció a juicio para abogar por su vida, la misma gloriosa lógica continuó inspirando la esperanza segura que tenía Pablo en el futuro: "Pero al disertar Pablo acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero" con claridad tan penetrante, incluso su cínico e insensible juez "se espantó" (Hch. 24:25).

Como nuestra conversión debería estar basada en semejante proceso de razonamiento, tendríamos que estar capacitados para dar una descripción lógica de nuestra esperanza y doctrina:

"Estad siempre preparados para presentar defensa... ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros" (1 P. 3:15).

Hablar con voz seria de las experiencias de uno mismo no es dar una razón de la esperanza del evangelio. La continua confianza de muchos cristianos ‘evangélicos’ en el ‘testimonio personal’ como un medio de predicar, destaca la falta de una ‘respuesta razonada’ de su ‘esperanza’. Un completo vocabulario ha surgido entre tales cristianos que les permite ‘compartir lo que el Señor ha hecho en mi vida’, etc. Tales anécdotas personales contrastan abruptamente con las palabras de Pablo: "Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo" (2 Co. 4:5). Y eso viene de un hombre que ‘tuvo una relación personal con Jesús’ mayor que la de mayoría de las demás personas.

La manera lógica, bíblicamente razonable, de nuestra conversión debería fijar el modelo para nuestra relación más amplia con Dios por el resto de nuestros días. Como siempre, nuestros ejemplos son los primeros cristianos que usaron la "razón" para encontrar las soluciones a sus problemas de administración (Hch. 6:2). Las cartas del Nuevo Testamento también dan por supuesto que sus lectores aceptan el uso de la lógica bíblica. Así, "por causa de" los que eran los sumo sacerdotes bajo la ley de Moisés, podemos entender detalles acerca de la obra de Cristo (He. 5:3). Habiendo hablado del insuperable amor de Dios en Cristo, Pablo insta a que, en consecuencia, "vuestro culto racional" (griego: ‘logikos’, es decir lógico) sea dedicarse totalmente a Él (Ro. 12:1). El vocablo ‘logikos’ se deriva del griego ‘logos’, que es el término que normalmente se traduce como ‘palabra’, en referencia a la palabra de Dios. Por lo tanto, nuestra respuesta ‘lógica’ en términos bíblicos es la que se deriva de la palabra de Dios.

Si no podemos sacar conclusiones lógicas de las Escrituras, entonces todo estudio bíblico es vano, y no hay necesidad de la Biblia, la cual se podría tratar como si fuera sólo dulces trivialidades o una muestra de literatura fascinante. Esto es todo lo que parece representar en los estantes de muchos cristianos.

Sin embargo, debe reconocerse que algunos que creen que el Espíritu de Dios es una persona tratan efectivamente de dar razones bíblicas. Los versículos citados son aquellos que hablan del Espíritu de Dios en un lenguaje personal como, por ejemplo, "el Consolador" en Juan 14:16, o los que se refieren al Espíritu que "se aflige".

En el Estudio 4:3 demostramos que el "espíritu" de un hombre se puede enardecer (Hch. 17:16), agitar (Gn. 41:8), o regocijar (Lucas 10:21). Su ‘espíritu’, es decir, su esencia misma, su mente y propósito, que da origen a sus acciones, se menciona como una persona separada, pero, por supuesto, esto no es literalmente así. También al Espíritu de Dios se le puede mencionar de la misma manera.

También se debe entenderque a menudo la Biblia emplea el lenguaje de personificación cuando se refiere a cosas abstractas, por ejemplo, en Proverbios 9:1 se menciona a la sabiduría como si fuera una mujer. Esto es para demostrarnos cómo sería en la práctica una persona que tenga sabiduría; la ‘sabiduría’ no puede existir excepto en la mente de alguien, y así es como se usa este mecanismo de la personificación. Para más información sobre esto, véase la Digresión 5, "El Principio de Personificación".

Las cartas de Pablo contienen salutaciones abiertas que mencionan a Dios y a Jesús pero no al Espíritu Santo (Ro. 1:7; 1 Co. 1:3;2 Co. 1:2; Gal. 1:3; Ef. 1:2; Fil. 1:2; Col. 1:2; 1 Tes. 1:1; 2 Tes. 1:2; 1 Ti. 1:2; 2 Ti. 1:2; Tit. 1:4; Flm. 3). Esto es extraño si él consideraba que el Espíritu Santo es parte de una divinidad, tal como la doctrina de la ‘Trinidad’ equivocadamente supone. Algo del Espíritu Santo fue derramado sobre los hombres (Hch. 2:17:18); la misma construcción griega es usada en Mr. 12:2; Lc. 6:13; Jn. 21:10 y Hch. 5:2). ¿Cómo podemos recibir parte de una persona? "Nos ha dado de su Espíritu [de Dios] (1 Jn. 4:13). Esto es una insensatez si el Espíritu Santo es una persona. Otro serio argumento en contra de la proposición de que el Espíritu Santo es una persona, es el hecho de que el Espíritu Santo es descrito en el texto griego con género neutro. Esto significa que cuando leemos pasajes que hablan del Espíritu Santo como "él" estamos viendo definitivamente la personificación de un poder, no la referencia a una persona real.


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