Principios Básicos de la BIBLIA
ESTUDIO 2: EL ESPÍRITU DE DIOS
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DIGRESIÓN 7: "Y RECIBIRÉIS EL DON DEL ESPÍRITU SANTO" (Hch. 2:38)

Pedro se dirigió a la enorme multitud en Pentecostés, concluyendo con el llamado que se consigna en el versículo 38, a que se arrepientan, se bauticen y reciban el don del Espíritu Santo, Esta referencia a un don de Dios aparece en el contexto de la ocasión cuando los apóstoles usaron esos dones para hablar en lenguas a la muchedumbre, explicando que lo que hacían era en cumplimiento de la profecía de Joel referente al otorgamiento de los dones milagrosos (Hch. 2:16-20). La muchedumbre estaba compuesta de judíos, no de gentiles (Hch. 2:5). La profecía de Joel referente al otorgamiento de los dones tenía que ver fundamentalmente con los judíos. De modo que Pedro les deja esto en claro: " Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos" (Hch. 2:39). Aquí puede haber una indicación de que la promesa de estos dones milagrosos era sólo para esas dos generaciones: aquellos que estaban escuchado a Pedro, y sus hijos.

Hemos mostrado que para fines del primer siglo (es decir, como 70 años después del discurso de Pedro), los dones habían desaparecido. Esto está también confirmado por los anales de la historia. Durante estas dos generaciones, los dones del Espíritu también habrían estado disponibles para los gentiles: "Y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare" (Hch. 2:39). Note cómo en Efesios 2:14-17 se describe a los gentiles como "vosotros los que estabais lejos".

Sin embargo, hay buenas razones para creer que lo que ocurrió en Hechos 2 fue sólo un cumplimiento pequeño de aquellas palabras de Joel 2. El cumplimiento principal será cuando Israel haya sido invadido, y después de que el ejército invasor haya sido destruido (Joel 2:20), y cuando Israel se haya arrepentido y esté viviendo en feliz comunión con Dios (2:27). "Y después de esto derramaré mi Espíritu..." (Joel 2:28). No antes de que se hayan establecido estas precondiciones podremos esperar que se realice otro cumplimiento de las palabras de Joel, aparte de ese cumplimiento menor que se vio en el día de Pentecostés, según se describe en hechos 2.

La promesa de recibir el don del Espíritu después del bautismo todavía puede leerse con alguna referencia a nosotros hoy en día. Hay un Espíritu, pero se puede manifestar de diversas maneras (1 Co. 12:4-7; Ef. 4:4). En el primer siglo esto se efectuaba por medio de los dones milagrosos; ahora que han sido retirados, es totalmente legítimo ver un cumplimiento de esta promesa del "don del Espíritu" de otra forma. El don del Espíritu Santo se puede referir al "don que es el Espíritu Santo", o al "don acerca del cual habla el Espíritu Santo", es decir, el don del perdón y la salvación que ha prometido la palabra de Dios inspirada por el Espíritu. Hay muchos otros ejemplos de este uso de la palabra "de" (el ‘genitivo ambiguo’, para ser más exacto). "El conocimiento de Dios" (Col. 1:10) puede significar el conocimiento que tiene Dios, o el conocimiento acerca de Dios. "El amor de Dios" y "el amor de Cristo" (1 Jn. 4:9; 3:17; 2 Co. 5:14) puede significar el amor que Dios y Jesús tienen por nosotros; o el amor que nosotros tenemos por ellos. "La palabra de Dios" puede significar la palabra acerca de Dios, o la palabra que vino de Dios. Por lo tanto, el don "del" Espíritu Santo puede referirse al don que el Espíritu Santo hace posible y del cual él habla, y también al don que consiste en los poderes del Espíritu Santo.

EL DON DEL ESPÍRITU: ¿EL PERDÓN?

Romanos 5:16 y 6:23 describen la salvación como "el don", invitando a la comparación con el "don" del Espíritu en Hechos 2:38. En verdad, Hechos 2:39 parece estar citando a Joel 2:32 con respecto a la salvación, como si fuera esto el don del Espíritu. La referencia de Pedro de que el don prometido era para aquellos "de lejos" alude a Isaías 57:19: "Paz [con Dios por medio del perdón] al que está lejos". Efesios 2:8 también describe el don como la salvación, diciendo que "tenemos entrada por un mismo Espíritu [este don] al Padre" (2:18).

Esto está también validado por el hecho de que Efesios 2:13-17 también alude a Isaías 57:19. "Vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz... y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos". Isaías 30:1 condena los judíos por buscar el perdón a su propia manera más bien que por el don del Espíritu de Dios: por "cobijarse con cubierta [expiación], y no de mi Espíritu, añadiendo [más bien que quitando] pecado a pecado". Isaías 44:3 describe de manera similar el perdón para Israel en los últimos días: "Yo derramaré... ríos sobre la tierra árida [espiritualmente estéril –Isaías 53:2]; mi Espíritu derramaré sobre tu generación, y mi bendición sobre tus renuevos ". La bendición sobre la simiente de Abraham está en su perdón por medio de Cristo (Hch. 3:25,26), que aquí se equipara con el derramamiento del Espíritu sobre los judíos. Claramente, este es el lenguaje de Joel 2 y Hechos 2.

En Gálatas 3:14 se expresa todo esto en las siguientes palabras: "Para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham [el perdón] alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu". Así, 1 Corintios 6:11 habla de que somos lavados de nuestros pecados "por el Espíritu de nuestro Dios". En Romanos hay un paralelismo entre nuestro recibimiento de "la gracia... la reconciliación... el Espíritu" (1:5; 5:11; 8:15), que muestra la conexión que hay entre el don ("gracia") del Espíritu y el perdón que conduce a la expiación. Es difícil llegar a exagerar cuánto se basa el Nuevo Testamento en el lenguaje y conceptos del Antiguo Testamento, especialmente en vista de la relación e influencia fundamentalmente judía que las epístolas habrían tenido. Una y otra vez en el Pentateuco y en Josué, Dios promete dar la tierra a su pueblo. "La tierra que Jehová vuestro Dios os da en posesión", es una frase común. La contraparte de la tierra bajo el nuevo convenio es la salvación; por lo tanto, ese es el don de Dios que está ahora en perspectiva, junto con el perdón de los pecados.

Gálatas 3:2,5 comparado con 3:8-11 equipara el recibimiento del Espíritu con la recepción de las bendiciones abrahámicas de salvación y perdón. "La promesa del Espíritu " (Gal. 3:14) se menciona en el contexto de las promesas a Abraham. Parecería que (como lo hace en otra parte) Pablo está basando su argumento en las primeras predicaciones de Pedro.

Pedro en Hechos 2

Pablo en Gálatas 3

Bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo

Bautizados en Cristo

Cada uno de vosotros... todos los

... para vosotros es la promesaTodos los

Para vosotros y... todos los que están lejos [los gentiles]

No hay judío ni griego [gentil]

Todos los que habían creído [y fueron bautizados] estaban juntos y tenían en común todas las cosas... juntos con alegría y sencillez de corazón

Todos vosotros sois uno [por medio del bautismo] en Cristo Jesús

Al oír esto [se bautizaron y recibieron la promesa del Espíritu]

¿Recibisteis... [la promesa de] el Espíritu por el oír con fe?

La promesa del Espíritu Santo

Vosotros sois... herederos según la promesa [a Abraham]

Así que la promesa del don del Espíritu Santo debe ser entendida como la promesa a Abraham, es decir la promesa de perdón basado en la justicia atribuida y salvación en el reino de Su simiente, el Señor Jesús. En Hechos 3:19 Pedro suplica: "Arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados". En Hechos 2:38 predica: "Arrepentíos y bautícese [compare ‘convertíos’] cada uno de vosotros... y recibiréis el don del Espíritu Santo". Este ‘don’ parecería ser el borrón de nuestros pecados.

Pedro dijo a los judíos que se arrepintieran para que pudieran recibir el don; Esto debe haber incluido la oración personal. Parece haber razón para creer que el don del Espíritu es una manera de describir a la oración que ha sido contestada. El otorgamiento de "buenas cosas a los que le pidan" en oración es lo mismo que el otorgamiento (don) del Espíritu Santo (Mt. 7:11; véase también Lucas 11:13). Filipenses 1:19 equipara "vuestra oración y la suministración del Espíritu de Jesucristo". En forma similar, 1 Juan 3:24 dice que se nos da el Espíritu como resultado de nuestra obediencia a los mandamientos; el versículo 22 dice que la obediencia a aquellos mandamientos conduce a que nuestras oraciones sean contestadas. Así, nuestra confianza se debe a que nuestras oraciones son escuchadas (1 Jn. 5:14) y también debido a que tenemos el Espíritu (1 Jn. 3:21,24; 4:13), en vista de que estas son expresiones paralelas.

Un estudio de la palabra griega "jaris", traducida a menudo como "gracia", mostrará que con frecuencia se usa en relcaión con el don del Espíritu.

"Por la gracia [don] del Señor Jesús seremos salvos" (Hch. 15:11). No obstante, la idea de la "gracia" a menudo se vincula con la oración que ha sido contestada (por ejemplo, Ex. 33:12; 34:9; Nm. 32:5; Sal. 84:11; 2 Co. 12:9; He. 4:16; St. 4:6 compárese con el versículo 3). Zacarías 12:10 habla del derramamiento del "Espíritu de gracia y de oración" sobre los judíos en el último día. Esto resume lo que estamos sugiriendo: esa oración produce el don del Espíritu en el sentido del perdón, y que este otorgamiento del Espíritu en respuesta a la oración se ejemplifica en el arrepentimiento de los judíos del primer siglo y de los últimos días. En el mismo contexto Pablo habla de "los dones y el llamamiento de Dios" al arrepentimiento y al perdón (Ro. 11:29).

EL CONSOLADOR

El mismo enfoque se puede aplicar a la promesa del Consolador en Juan, capítulos 14 y 16. Fundamentalmente esto se refiere a los poderes milagrosos que se dieron a los discípulos, a los cuales se les hizo primero la promesa, y también se puede aplicar a nosotros en un sentido no milagroso. Los dones habrían de recordarles "todo lo que yo os he dicho" (Jn. 14:26), presumiblemente para facilitar la escritura de los evangelios. La palabra "recordarles" en sí misma limita el elemento milagroso de la promesa del Consolador a los discípulos, quienes habían vivido con Jesús durante su ministerio. Sólo a ellos podía el Consolador hacerles recordar las palabras de Jesús. El lenguaje de las promesas del Consolador también es aplicable al poder de la Biblia completada. Por lo tanto, podemos concluir que estas y otras promesas del Espíritu se cumplieron en forma milagrosa en el primer siglo, pero ahora se aplican a nosotros en la manifestación del Espíritu por medio de la palabra de Dios escrita en la Biblia.

Por supuesto, es cierto que el Espíritu de Dios se reveló por medio de la palabra escrita en el pasado, pero esta fue sólo una revelación parcial comparada con la plenitud ("perfección") que tenemos ahora en la palabra de Dios completada (1 Co. 13:9-13). De esto se desprende que no puede haber habido ninguna otra revelación escrita de Dios después del retiro de los dones al completarse el Nuevo Testamento. Las pretensiones del Libro de Mormón y otras producciones similares implican que la Biblia no es la revelación completa, pero la ausencia de los dones espirituales en el presente prueban que sí lo es. Si hemos de hacer pleno uso de la plenitud de la revelación de Dios que se halla en la Biblia, debemos usar cada parte de ella, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamentos; sólo entonces puede el hombre de Dios empezar a ser tan completo como la plenitud de Dios revelada en la palabra.


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